martes, 11 de junio de 2013

LA IGLESIA NO IGLESIA

Por: Juan Alberto Galvá.

Se imagina usted una iglesia donde cada persona pueda adorar libre de los estereotipos que habitualmente forman parte de la adoración. Es decir, en algunas iglesias hay que saltar, en otras hay que aplaudir, en otras hay que arrodillarse, en otras hay que ponerse de pie infinidad de veces, en otras hay un ruido excesivo, en algunas hay un silencio sepulcral. En muchas iglesias se habla más de dinero que de Dios, en otras hay una actividad de cualquier tipo diariamente. La lista puede seguir y seguir.

Y pensar que la razón por la que fuimos a esa iglesia fue solo para adorar, para tener comunión para hablar con Dios y propiciar que él nos responda. En otros casos, fuimos porque teníamos sed de su palabra debido a la aguda desnutrición a la que estuvimos sometidos en iglesias anteriores, pero solo hallamos ruido y más de lo mismo, y pensar que andábamos en busca de una enseñanza sólida y consistente, pero nos encontramos con una cátedra universitaria, pedante, larga y aburrida, y pensar que llegamos queriendo pasar desapercibidos por un tiempo, pero, no bien llegamos querían exhibirnos. ¡Qué difícil!

Así pasaron los meses, buscando esa iglesia ideal, probando todas las sazones religiosos, algunos muy picantes por cierto, otros bastante desabridos y algunos completamente insípidos. Así que cuando ya nos fuimos acostumbrabando entonces caímos en esa iglesia, donde no cantaban mucho, ni nos preguntaban nada, ni hablaban del dinero, y los cultos no eran muy largos, y llegamos y nos fuimos durante un tiempo considerable pero, nadie se enteró que estábamos allí. Nos retiramos un tiempo y volvimos a esta congregación y el ciclo se repetía inexorablemente. En el mismo lugar donde vimos la basura la última vez que estuvimos allí, en ese mismo sitio se encontraba cuando volvimos, y absolutamente todo el programa era predecible, los saludos, los anuncios y así cada cosa.

¡Caramba! ¡Si las iglesias pudieran ser iglesias sin ser iglesias! Eso fuera una gran cosa. Me explico. La iglesia es una creación de nuestro Señor Jesucristo, no puede dejar de existir, él la ama y la cuidad a través de su Espíritu Santo, de no ser así ya no existiera lo poco que queda de ella. La cuestión es que, con el pasar del tiempo hemos hecho tantas cosas de ella, es tanto el ornamento que hemos añadido al edificio que la tarea de intentar devolverla a su originalidad es abrumadora. Igualmente es tanto de lo que ella ha sido despojada que resulta desconcertante solo pensar en todo lo que hay readecuar en su estructura. Pero Si tomamos valor y nos embarcamos en tal travesía irremediablemente van a surgir uno de dos problemas.

El primer problema es la hiperidealización. Por este término deseo significar una expectativa desbordada hasta la estratosfera. Los europeos por ejemplo hiperidealizaron la figura genotípica de Jesús, y los cuadros que pintaron (basados fundamentalmente en la imaginación de los artistas) era la imagen que se pareciera a los europeos, estilizado, de tez blanca, pelo lacio y en algunas imágenes hasta haciendo gestos afeminados. Pero, una reconstrucción más realista de Jesús lo muestra indudablemente más judío, con una tez más negroide, con una nariz algo encorvada, y con unas greñas más propias de la aridez del terreno y la inclemencia del clima soleado predominante en Palestina.


Igualmente pasa con la idea que solemos tener sobre como debió ser la iglesia primitiva. Nada más alejado de las iglesias que tenemos hoy día. En primer lugar, hoy día no podemos separar el término iglesia del edificio, pero en los primeros días de la iglesia este término solo hacía referencia  a la reunión de la asamblea (la comunidad de creyentes) con fines religiosos. Donde estuviera reunida la comunidad ahí estaba la iglesia. Así pues, las casas eran el lugar de reunión más popular en principio, con el pasar de los años…..

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